La exposición sobre el trabajo de Luis de Morales se enmarca dentro de las iniciativas de reivindicación pictórica española emprendida por el Museo del Prado: Juan Fernández, el Labrador (activo entre 1629-1636), Juan Bautista Maíno (1581-1649) o Pantoja de la Cruz (1553-1608) son algunos de los pintores que han recibido atención monográfica en la gran pinacoteca.

Ahora el divino desembarca en Barcelona, en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, MNAC, tras su estancia en el Museo del Prado y el Bilboko Arte Ederren Museoa. El Divino Morales estará en la ciudad Condal hasta el 26 de septiembre.
¿Por qué le llamaban a Luis de Morales el Divino? El tratadista Antonio Palomino escribió ya en el siglo XVIII que “todo lo que pintó fueron cosas sagradas”. Fue uno de los pintores más prolíficos de su tiempo, especialmente en la región donde trabajó durante cincuenta años, Extremadura. Tal fue su éxito que no sólo conquistó la región con sus pinturas ya que llegó a extenderse a Portugal.
Tras visitar la exposición descubrí un delicado manierismo español. En algunas de las piezas encontré ecos de Leornardo da Vinci, en otras guiños a la gracia de Rafael Sanzio y la enfluencia de Berruguete o Sebastiano Piombo. Pero también encontré el detallismo de los maestros de Flandes. Un suave trabajo en los cabellos, una dulce creación en los rostros y un rico detallismo en los tejidos.
Me fascinó, por colosal, la Virgen del pajarillo. Pero Luis de Morales se hizo popular por sus pequeñas tablas devocionales. Me llamó la atención la marcada intención comercial del pintor. Morales supo ofrecer un producto artístico y devocional a una clientela con un gusto “flamenco-italianizante” y una praxis religiosa concreta.
La factura de estas pequeñas piezas es sencilla y cuidada. Rostros de la virgen o Jesús en tamaño natural, al modo de retratos, y un minucioso trabajo de los volúmenes. Todas estas características hacen referencia a la devotio modena, una nueva forma de relacionarse con la fe, donde se buscaba una fuerte empatía por parte del creyente hacia el sufrimiento de los personajes bíblicos. Estas piezas estaban destinadas a ubicarse en pequeñas capillas privadas que se encontraban en penumbra, tan solo iluminadas con una pequeña vela. Todo este montaje hacia que los fieles, en plena efervescencia religiosa, tuvieran la sensación de estar compartiendo estancia con Jesús o la misma virgen, elevando la carga emocional al acto de la oración. Por esta razón la mayoría de las tablas devocionales de Morales son de temática pasionista: Jesús, varón de los dolores, María dolorosa, etc. Existía una gran demanda por este tipo de piezas y muchos pintores ejecutarón tablas de las mismas características, como Juan de Juanes o Fernando Llanos. Son piezas creadas mediante composiciones sencillas y figuras fuertemente iluminadas sobre un denso fondo negro.
Morales repite una y mil veces un número limitado de temáticas y produce una serie de piezas que se realizaron en su taller mediante una sistemática de trabajo, aprovechando el limitado elenco de imágenes efectuando un volumen de piezas considerable en su tiempo.
Bibliografía:
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