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Mi impresión: Visita al Museu Federic Marès

Visita al museo:

Al llegar a la ciudad de Barcelona y adentranos en el barrio gótico de la ciudad condal, se nos abren las puertas de un edificio, continente del Museu Federic Marès.

Inicialmente nos encontramos con un jardín interior, que fuera el jardín del Palacio Real Mayor de los Condes de Barcelona. Un espacio –restaurado- que impresiona por los arcos de piedra y por un encantador claustro presidido por una fuente.

En el caso del Museo Marès, continente y contenido, es un mismo ser ya que el edificio tiene de una evidente importancia histórica y arquitectónica.

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Entrada al museo Marès de Barcelona – Barrio Gótico

Tras la pequeña charla de la directora del Museo, Pilar Vélez, que nos ayuda a entender mejor el mundo Marès y el trabajo del personal del museo, inicia su discurso con una frase repetidamente comentada en las clases de patrimonio;

“… La gente que trabaja en los museos, vela por el patrimonio público y es encargada de conocerlo, conservarlo y trasmitirlo…”.

Federic Marès:

Federic Marès (1893-1991), era un escultor proveniente de una familia humilde, con una vocación de artista y sobre todo de coleccionista. Sus esculturas las podemos ver en diversas calles de la ciudad condal, en el propio museo y en otras ciudades como por ejemplo Sabadell.

La colección del Museu Federic Marès:

Sin ánimo de desmerecer el trabajo escultórico de Marès, nos llama poderosamente la atención su faceta de coleccionista. Faceta que podemos disfrutar en la segunda planta del museo, El gabinete de curiosidades. Allí encontraremos un espacio dividido en diversas salas; trabajos de forja, figuras de pesebre, sala femenina, la sala del fumador, las cerámicas, elementos religiosos, etc. Se trata de una colección que se engloba dentro del coleccionismo sentimental.

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Sala femenina del Museo Marès

Unas colecciones que el propio Marès fue ampliando en el propio museo. Nos encontramos con mil y un objeto dispuestos de manera que parece que nos sumergimos en un mundo creado por un Dios – Federic Marès-, con discutible gusto kitsch, que inicialmente marea, pero transcurrido unos minutos, invita a la observación.

Podemos ver desde agujas de ropa, peinetas, collares, pendientes, pañuelos, figuras de pesebre, representaciones religiosas policromadas, pipas, sellos de puros, cerámica, llaves, pomos de puertas, candelabros, vestiduras del siglo XVIII, cofres, papiros, cheques bancarios, billetes de tranvía, e incluso una selladora de hostias para misa y así hasta más de 60.000 piezas.

Estos objetos, aparentemente banales, entendiendo que cuando dichos objetos forman parte de un conjunto, están colocados en vitrinas y con una visible organización, nos evocan un episodio histórico, los gustos estéticos de una época, el proceso de producción de los objetos, sus utilidades, los materiales que lo forman y la pasión de Federic Marès por el coleccionismo.

Una pasión respaldada por las instituciones ya que desde los años 50 hasta los 80 la administración catalana, adquiría patrimonio periódicamente cosa, que desgraciadamente, hoy en día no se hace.

Otra reflexión personal, es la aptitud de nosotros frente a estas colecciones; imaginemos que alguien que conocemos nos invita a su casa, y cuando entramos observamos una gran colección de objetos poco o nada funcionales, sin sentido y llenos de polvo que limitan el espacio del hogar de nuestro conocido y su modo de vida.

Pese a esto el nos enseña su colección lleno de orgullo, igual que un padre se siente orgulloso de la representación de fin de curso de sus gemelas.

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Sala de escultura del Museo Marès

Posiblemente nos pronunciaríamos a las espaldas del amable anfitrión y diríamos que es un friki, un loco, un personaje raro, incluso los más osados podrían decir que fulano, padece un evidente principio de Síndrome de Diógenes – salvando las diferencias con las colecciones y el trabajo de Federic Marès-. Pero cuando todo esto está englobado en un continente cultural ya sea el museo o una exposición, nos dejamos llevar y nos maravillamos.

¿Esto sería una aptitud hipócrita? Definitivamente no, sino una reacción cultural ya que nos enseñan desde pequeños a tenerlo todo bien ordenado y clasificado y cuando algo está fuera de contexto, por muy valioso que pueda llegar a parecer, se infravalora.

Unos objetos que me ha cautivado, de los inacabables de la colección Marés, son las agujas de ornamentación para la mujer, que se sitúan en la Sala femenina. Automáticamente me imaginé y pregunté; ¿Quien pudo llevar estas alhajas?, ¿En que momento llegaron a las manos de Federic Marès?, ¿Por qué decidió exponer estas y no otras? Había como cien agujas de muchos colores y materiales: rojas, azules, verdes, lilas, etc. Con diversas formas; emulando a diamantes, con gravados, dibujos, flores, mariposas, etc. Todas ellas clavadas y agrupadas en una especie de cojines, colocadas de formas que si las mirabas desde lejos parecían fuegos artificiales.

Definitivamente el viaje Mares es recomendable, como uno de los museos de Barcelona más atractivos, pero invirtiendo más de un día para poder abarcar toda la información y disfrutar de toda la exposición con calma. Pero primero te recomiendo realizar una visita virtual en la web del museo.

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