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El Bosco. Lo que subyace

Hieronymus gozó de fama y reconocimiento en su época. Asombró a Felipe II de España, a la poderosísima Mencia de Mendoza y tuvo una gran influencia en autores posteriores como Petter Brueghel, el viejo. Parece que cinco siglos después mantiene el tipo.

Hoy el Bosco todavía sostiene una originalidad pasmosa, un sistema pictórico propio y una lógica simbólica particular. Esta claro que El Bosco desechó las convenciones artísticas del siglo XV. Su creativa iconográfica se debe a que el pintor utilizó, para crear sus representaciones, costumbres, frases populares y referentes de la alta intelectualidad, para reforzar y enriquecer las temáticas de  sus obras. A grandes rasgos podemos establecer cuatro grupos de recursos temáticos: los paisajes de la vida de Jesús, los santos ermitaños, una serie de moralinas y un fuerte interés por los temas primigenios y escatológicos.

Un hermoso ejemplo es uno de los dibujos conservados del pintor que hace referencia a un dicho popular del siglo XV:

El bosque tiene oídos, el campo ojos.

Se trata de una ilustración que da una señal de atención y llama a la prudencia. La lechuza, símbolo del pecado y la oscuridad para el pintor, se ha adentrado en el interior de un árbol hasta secarlo. En la parte superior del dibujo podemos encontrar un texto en latín que se lee:

Es ideal cuando se entienda, aunque la inteligencia no lo comprenda, nunca inventado nada.

Este texto  fue extraído de Discipline Scolarium,  un texto anónimo del siglo XIII, sólo utilizado por los intelectuales del alto Rin. Podemos ver como El Bosco utiliza una dualidad referencial; por un lado la cultura popular y por otro la cultura intelectual. Por este motivo, la obra de El Bosco resulta tan difícil de descifrar.

A través de los detalles en las obras de El Bosco, no son pocos, podemos establecer un “manifiesto” que se basa en tres claves: la locura, la irracionalidad y la perdición protagonizada por las clases populares;  los excesos de las élites intrínsecamente pecadoras en el mundo corrompido; y la lujuria y el sexo como el pecado. Para El Bosco la razón se transforma en la ética para luchar contra el pecado. Este discurso era compartido por los intelectuales contemporáneos. En Stultifera Navis, Sebastian Brant critica los vicios de su época a partir de la denuncia de la estupidez.

Hieronymus van Aeken Bosch reivindicaba también las costumbres, el modo de vida y la rectitud de la nueva clase media comercial, la nueva “burguesía” flamenca, haciendo visible la necedad del pueblo y la demasía de los poderosos, estableciendo el modelo de comportamiento mediante un ejemplo secular. Por estas razones, en la obra de El Bosco subyace un profundo hermetismo, reforzado por una fuerte intención moralizante.

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        El bosque tiene oídos, el campo ojos – El Bosco

Mucho se ha escrito y hablado de los disparates de El Bosco. Seres fantásticos, híbridos, grotescos que llaman nuestra curiosidad. Pero me gustaría destacar aquí la aportación  del pintor a la pintura de género. El Bosco innovó en este tipo de escenas, junto Quentin Massys y Van Leyden. La representación de la vida cotidiana no era habitual en siglo XV. El vínculo entre la iglesia y arte era algo atávico.

Aclarar que Hieronymus no realizó muchas escenas de género, pero construyó sus obras a través de momentos que pudo vivir en –s’Hertogenboch, donde nació en 1450, y murió en 1516-. Destacaremos aquí unos cuantos detalles de El Carro de Heno, fecundada a través de escenas de la vida cotidiana que se ensamblan con lo supernatural.

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Hieronymus van Aeken Bosch. El Carro de Heno, 1513-1515. Madrid, Museo del Prado

Al abrir el tríptico de El Bosco vemos, al modo de procesión carnavalesca, un carro del heno conducido por diablos que lo dirigen al infierno. El Carro de heno es una alegoría de la avaricia. El heno, el bien material, rodeado por la muchedumbre que lo codicia. Pero insisto que son los detalles los que configuran la gran aportación de El Bosco a la pintura de género. En la tabla central, en primer plano, podemos ver unas monjas que ofrecen paja a un bufón que toca la gaita, pretendiendo conseguir la salchicha atada. También cuelga un jarrón con flores, signo que lucía en las puertas de las casas donde se ejercía la prostitución. Esta lectura puede entenderse en clave freudiana, pero es común encontrar este tipo de referencias en los textos cómicos y en la poesía satírica flamenca del siglo XVI.

Un matasanos cura a una joven. Del cuello del curandero cuelga una ristra de dientes en forma de collar, como símbolo de la experiencia laboral del medicastro. A la izquierda podemos encontrar una gitana que lee la palma de la mano a una doncella y un ciego que avanza conducido por un lazarillo.

Las escenas de los gitanos serán muy populares en los siglos posteriores, especialmente en la pintura flamenca y en la pintura italiana de inicios del siglo XVII, especialmente en las pinturas de los bombaccianti. Pero el Bosco será unos de los pioneros en la representación de estas escenas.

 La escena que preside El Carro de heno fue muy popular durante los siglos XVI y XVII. Si aislamos a los jóvenes que disfrutan de la música y a los amantes del ángel y el demonio, se trata de una escena de género sobre el amor y la música. Vemos una vez más el jarrón colgado y a la oscuridad figurada en la imagen de la lechuza.

El Bosco, mediante la construcción escénica de sus obras abrió la senda a los grandes pintores de género. Los buhoneros, las escenas de gitanos, escenas musicales, las riñas de jóvenes, las escenas del sacamuelas o la extracción de la piedra de la estupidez de Heronymus inspiraron a Brueghel y se hicieron populares mediante los grabados, siendo reinterpretados por los pintores de género de los siglos posteriores.

Bibliografía:

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